Las señales de agotamiento del actual modelo de desarrollo son cada vez más claras. La emergencia climática obligó hace tiempo a avanzar en la aplicación de criterios basados en la sostenibilidad y, en esa línea, los objetivos de la Agenda 2030 y el Pacto Verde Europeo se han convertido en los dos grandes ejes con los que diseñar las estrategias de planificación de las Administraciones. Junto a esto, la pandemia de la COVID-19, la crisis económica y energética y la inestabilidad política que le han sucedido obligan a reconsiderar urgentemente las políticas de gestión cultural. Los recientes acontecimientos han demostrado que la cultura es un bien esencial que proporciona mayor bienestar a la sociedad, haciéndola más justa, libre y rica en su diversidad. Es merecedora, por tanto, de ser considerada como un Objetivo de Desarrollo Sostenible específico, tal y como declararon los ministros de cultura de los Estados reunidos en la Conferencia Mundial de Cultura (Mondiacult), celebrada en se